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Explicaba en la primera entrega de este artículo que aquello que nuestra socio-cultura nos dice a las mujeres es que es absolutamente posible que nos desarrollemos profesionalmente tanto como deseemos. Sin embargo, esto, aun siendo cierto, también es cruel y perverso. Tal perversión viene dada por la duplicidad de discursos que se encuentran en todas las instituciones de nuestra contemporaneidad occidental (familia, política, psicología). Aunque lo que explicaré afecta por igual a hombres que a mujeres, es cierto que, en determinadas cuestiones, arremete en mayor medida contra las féminas. Y es que nosotras fuimos criadas por nuestras madres, padres, profesores y sociedad en general bajo una duplicidad de premisas o criterios. De una manera más o menos indirecta o velada, a medida que crecíamos o nos desenvolvíamos en lo académico y profesional, se mezclaban dos discursos en paralelo: por un lado, el de “Tú puedes ser aquello que desees. Debes ser una mujer independiente económicamente hablando, y debes prepararte tanto como puedas”. Por otro lado, insisto, de manera más o menos obvia y en mayor o menor grado, a la vez que se pronunciaban las primeras palabras, se nos instaba a ser “buenas esposas, madres, amantes y mujeres de nuestra casa”. Si nos fijamos, sumando estos dos discursos se completa aquel “ideal” de la “Superwoman”.

Es decir, por un lado, se nos explica que debemos cumplir un rol que, anótese, es el que tradicionalmente han cumplido los hombres. Esto se hace desde lo que llamo la forma o superestructura. Es decir, en la superficie, actúa este papel de la mujer. Y ello queda refrendado por las leyes y la aceptación de este discurso por parte del resto de instituciones. Por otro lado, se nos educa además para cumplir con otro rol, (el que, desde siempre, han cumplido las mujeres). Sin embargo, este no es tan obvio, dándose incluso la situación en la que se negará o de la que, en algunos casos, podremos incluso avergonzarnos. Pero este rol clásico de las féminas sigue actuando en las mujeres de hoy. Eso sí, ya no desde la obviedad de la superficie o forma, sino desde el fondo, desde la estructura.

Y en esto que acabo de explicar es donde reside el auténtico problema con el que nos encontramos a la hora de desear decidir acerca la discriminación positiva femenina: forma y fondo se mezclan en el interior de la psiqué de las mujeres. Sin que ellas lo evidencien, aunque en su forma, lo cool es jugar a un determinado juego, el de la superestructura, el de ser una mujer independiente y exitosa en lo laboral, (por poner el caso); en su fondo, sigue funcionando la estructura que, si nos damos cuenta, es prácticamente la antítesis de lo que se promulga en la superficie. De ahí es de donde vienen los problemas a la hora de elegir. Porque si bien, la mujer, al menos en la forma, es libre para elegir, porque así se lo permite la ley, digamos que su estructura está mediando o afectando, lo quiera ella o no, en su decisión.

Si bien espero que se nivelen cada vez más ambos paradigmas, el de la estructura y la superestructura, por el momento, este es el marco en el que nos movemos. Estos son los componentes que afectan a las mujeres contemporáneas y, diría más, contribuyen en su sufrimiento que, ahora entendemos, se hace bipolar.