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A los occidentales contemporáneos nos encanta ser novedosos en todo. Tanto que se nos olvida en demasiadas ocasiones que lo que hoy nos pasa tiene mucha parte de su explicación en el pasado. Este efecto acuñado por Ortega y Gasset llamado “adanismo” y que desarrollé en Adanismo y consumismo, también incumbe a las desigualdades de género que afectan a la población femenina actual.

Hay que echar la vista atrás para comprender mejor lo que sucede hoy. Entre otras cosas porque de este modo ya encontraremos primeras soluciones. Entendiendo los motivos de lo que nos mueve e incumbe, ya tenemos mucho ganado. Es por eso por lo que dedico la primera parte de mi libro Y si me quieres ¿por qué me matas? a hurgar en los recovecos de la historia. En los desvanes del Neolítico, del cristianismo o de la primera Revolución Industrial, porque en sus rincones escondidos encuentro respuestas.

Para comenzar a resolver de este modo no es necesario recorrer linealmente la historia. Es suficiente con apearse en algunas estaciones y observar para ver muy pronto que, de estas secciones del viaje, brota información a raudales en cuanto al modo de comprender lo femenino. Paradas en las que enseguida se descubren relatos de mujeres a las que les es intrínseco el modelo patriarcal. Un patrón en el que el predominio del hombre se completa con una determinada manera de concebir la feminidad. Es decir, hablar de machismo es hablar también de mujeres porque el relato de aquél describe, a la par, quiénes son ellas, cómo se comprenden a sí mismas y cómo deben comportarse en la sociedad que les ha tocado vivir.

De manera que, si esto es así y, (1) la historia tiene respuestas y (2) de una determinada idea de hombre brota una determinada idea de mujer, lo que hay que hacer es regresar al momento del pasado en el que nace este modelo. Buscar el momento en el que se crea y funciona por primera vez ese androcentrismo que recorre transversalmente occidente desde hace milenios.

Cuando investigaba para escribir este libro me sorprendió saber que el pistoletazo de salida del machismo se encuentra en la prehistoria. Yo pensaba que era algo bastante más moderno, entendiendo “moderno” por las antiguas Grecia y Roma. Pero no. La lacra nos persigue desde hace unos 10.000 años. En El machismo viene de antiguo ya “enseñaba la patita” de este capítulo de la obra que todavía estaba hilvanando en aquel momento. Por ello el post se quedó en la introducción. Entonces no expliqué todos los motivos que llevan a los humanos del Paleolítico Superior a construir el modelos patriarcal. Porque hay que dar un paso más para encontrarlo. O, mejor, dar varios pasos para comprender por qué desde ese pasado remoto se empieza a infravalorar a las mujeres.

El germen del asunto está en los nuevos modos y costumbres sociales que requiere el homo sapiens sapiens de aquel entonces. Aunque hablaré de ellos en próximas publicaciones, adelanto que pasar de ser nómadas a sedentarios en el Neolítico lleva a mucho más que a, sencillamente, instalarse en un determinado territorio de manera permanente. Porque, resumidamente, hay que proteger esas propiedades de otros que no pertenecen al clan, lo que implica el litigio entre tribus, enfrentamiento del que se desprende la necesidad de guerreros, (varones, claro) y consecuente feminicidio infantil por ser ellas inútiles para el campo de batalla.

En definitiva, una trama que comienza su recorrido en el amanecer de la especie humana y que dibuja una ruta que nos deja a las puertas de la contemporaneidad. Un principio funesto que da como resultado presentes siniestros y sobre los que cabe reflexionar.